
Esta es una nota atípica, ya que no habla de angustia ni de temores, sino de responsabilidad, tranquilidad y alegría.
Esos son los tres conceptos que en el último año han reinado en mi vida.
Por fin asumí el riesgo y la responsabilidad que implica vivir. Muchas decisiones no han sido fáciles, han implicado dolor y pérdida... pero esta vez no las provocó la cobardía, sino la certeza de que no merezco ser el recetáculo de la mierda de nadie. Cada día soy más consciente de lo que quiero para mi, y me prometí luchar a diario para conseguirlo, tratando de no dañar a nadie, especialmente, a mi.
El balance de esta nueva forma de enfrentar mi vida no podía ser más satisfactorio. Encontré mi complemento, mi compañero.... mi amado.
Escribir y hablar de él es difícil... Enumerar las millones de cosas que hacen que lo ame, que validan y alimentan la desición de estar a su lado sería una tarea imposible de acabar. Pero pese a lo grande e intenso del sentimiento, de su inagotable cambio y transformación, no provoca el caos que hace años causó la historia de Penélope. Por el contrario. Sólo me entrega alegrías, confianza, y tranquilidad. Debe ser el peso de los años, o la experiencia ... o quizás las cicatrices... aunque prefiero creer que es la madurez.
Creo que estoy en un minuto crucial en mi vida... no tengo definido mi futuro laboral, hace un mes abandoné la casa materna para trabajar en la nueva familia que quiero construir, renuncié a las tareas autoimpuestas de mi familia.. y pese a todos los cambios.. No tengo miedo...
Si. Definitivamente quiero creer que es madurez, y no sólo el logro de una excelente terapia sicológica.